Por Tomás I. González Pondal
“Cuanto hay en nosotros de
esperanza, de gracia y de salud,
nos viene por mediación de aquella
que rebosa en delicias.”
(San Bernardo de Claraval)
Satanás se disfraza de ángel de luz para engañar, y ahora lo hizo, ¡oh, tiempos funestos!, haciéndose pasar por “mariano”. Se hizo el mariano para atacar lo mariano. Oh, sí, obra satánica.
Como podrá verse en líneas venideras el ataque a la Corredención de la Santísima Virgen María y su misión de Mediadora de todas las gracias, no tiene comienzo con el escrito objeto de análisis y titulado Mater Populi Fidelis. Podrá observarse –y está contenido en el mismo documento que lleva firma papal- que ya Benedicto XVI rechazaba hablar de Corredentora, y más luego lo hizo Francisco. Y que es un ataque nadie lo dude: surge claramente desde la “Presentación” de “Mater Populis Fidelis”, en donde se lee: “a la luz del Misterio de Cristo como único Mediador y Redentor.
Esto implica una profunda fidelidad a la identidad católica y, al mismo tiempo, un particular esfuerzo ecuménico.” En este pedazo de texto se ve la mezcolanza horrenda que pretende identificar la “identidad católica” con el “ecumenismo”.
Nada más errado, nada más pernicioso, nada más venenoso. El tema del ecumenismo no es insistencia nuestra, es obsesión de cientos de eclesiásticos modernos: es la base de la nueva eclesiología sobre la que pivotea también todas sus otras novedades. Preciso entonces es no desconocer dicho centro.
Se descubre en el documento lo que llamo “la estrategia de la moneda mejor falseada”. Detalle sutil, y que, por tal, obra con mayor eficacia el engaño. ¿En qué consiste? En que, a diferencia de otros textos lanzados en los últimos tiempos, este intenta presentar una suerte de “teología refinada”. Se ha hecho despliegue de citas de santos, se ha recurrido a distinciones tanto terminológicas como doctrinales, se ha probado “investigaciones”. Pero se trata sencillamente de un refine de veneno modernista, y que, bajo tal condición, busca actuar como la moneda mejor falseada, esto es, lograr una eficacia rotunda, como si fuere verdadera.
Atento a lo copioso de citas que trae el escrito “Mater Populi Fidelis” y teniendo en cuenta las deformaciones doctrinales que por más de sesenta años venimos sufriendo, desconfío de las interpretaciones que se hacen sobre lo dicho por muchos santos y que son traídos a la palestra en intento de hacerles decir cosas como coincidentes con los criterios que defiende el documento.
De las casi 200 citas que se hacen no hay una sola en la que aparezca San Luis María Grignion de Montfort. Resulta llamativo, puesto que a dicho santo se lo conoce mundialmente por haber escrito un Tratado sobre la Madre de Dios, titulado: “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María”. No se trata de un simple escrito, no; se trata, repito, de un ‘Tratado’. Dejo sentado que la doctrina católica enseñada por el santo es completamente contraria a lo pretendido en “Mater populi fidelis”. Cabe recordar el hecho histórico de que, la firmeza impresionante de los mártires de la Vendée, asesinados atrozmente por los promotores de la Revolución Francesa, hallaron su fortaleza religiosa en el espíritu de San Luis María. El modernismo que abreva de la Revolución Francesa, se ve que prefirió dejar de lado a un santo que le atacó valientemente con su doctrina y a través de sus hijos espirituales.
El escrito “Mater Populi Fideli” se jacta de ser doctrinalmente mariano, citando copiosamente textos de ‘Aparecida’. Y para quien no lo sabe, ‘Aparecida’ es una fuente principal donde se asienta el movimiento revolucionario conocido como Teología de la liberación, Tercer Mundismo.
Causa inmensa indignación ver una utilización rastrera de Nuestra Santísima Madre para justificar las invenciones promovidas desde Concilio Vaticano II. En efecto, se desprende de “Mater Populi Fidelis” que ya no es el hombre el que ha de adaptarse a la Santísima Virgen María, sino que es Ella la que debe adaptarse ahora a los fenómenos inventados para unir la fraternidad humana. Será Ella la que debe servir para la “inculturación”. Así, leemos en el punto 79: “La cercanía de la Madre produce una piedad mariana ‘popular’, que tiene expresiones diversas en los distintos pueblos. Los variados rostros de María —coreano, mexicano, congoleño, italiano y tantos otros— son formas de inculturación del Evangelio que reflejan, en cada lugar de la tierra, «la ternura paterna de Dios» que llega hasta las entrañas de nuestros pueblos.”
En el documento se hace gala de traer a colación textos de Santo Tomás, y eso con el objetivo de hacer pasar al Doctor Angélico como favorable a las ideas novedosas. En contra de la deformación que se hace de los escritos del Aquinate, por razones de espacio me limito a transcribir lo que él dice al comentar el Ave María. Su contundencia es meridiana y deja en evidencia el papel de Nuestra Señora, contrario a lo afirmado por el documento lanzado hace poco por el Prefecto de la fe, Víctor Manuel Fernández: “Así pues, estuvo inmune de toda maldición y, por consiguiente, fue ‘bendita entre todas las mujeres’, porque ella sola puso bajo sus pies la maldición, portó la bendición y abrió la puerta del paraíso. Y por eso le conviene también el nombre de María, que se interpreta así mismo com «estrella del mar»; porque así como los navegantes se dirigen al puerto por la estrella del mar, así también los cristianos por María se dirigen a la gloria.”
El punto 3 de “Mater…”, expresa: “El presente documento (…) intenta preservar el equilibrio necesario que, dentro de los misterios cristianos, debe establecerse entre la única mediación de Cristo y la cooperación de María en la obra de la salvación, y pretende mostrar también cómo ésta se expresa en diversos títulos marianos”. Es archisabido que bajo su caballito de batalla llamado ‘ecumenismo’, la obra de Cristo poco les importó y poco les importa. Si para ellos hay salvación en el judaísmo, en el mahometismo, en el hinduismo, en el protestantismo (“caminando cada uno con su fe”, dirá Francisco), etc., ¿realmente les importa que Cristo sea único mediador? Probaron que no. Pero ahora, como se trata de quitarle a la Santísima Virgen María sus títulos de Mediadora y de Corredentora porque no son títulos ecuménicos, se hacen los teólogos expertos, los respetuosos de ‘Cristo como único mediador,’ mediador al que ultrajan a diario bajo las reformas que impulsan. Y ahora completan el ultraje al único mediador ultrajando a la Santísima Virgen, Mediadora de todas las gracias.
En el punto 12 aparecen otros engaños: “A partir del siglo XII, la teología occidental dirige su mirada a la relación que une a la Virgen Madre con el misterio de la Redención cruenta del Calvario y se relaciona la imagen de la espada de Simeón con la cruz de Cristo. La presencia de María al pie de la cruz se entiende como signo de fortaleza cristiana, llena de amor materno”. Desde el momento mismo en que Cristo estando crucificado dá a Su amadísima Madre por hijo a San Juan (siglo I), desde allí, afirmo, siempre se vio (comenzando por el mismísimo Apóstol involucrado) la relación de María Santísima con la Redención; y la presencia de María Santísima al pie de la cruz no se entiende como simple signo de fortaleza cristiana, sino primera y principalmente como realidad troncal que hizo a la Gloriosísima Madre de Dios, Corredentora.
El punto 18, para los que todavía gustan de los malabarismos, muestra el accionar del Concilio Vaticano II para con la Corredención: “El Concilio Vaticano II evitó utilizar el título de Corredentora por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas”. El agua envenenada tiene su fuente. Tenían que quedar bien con los “hermanitos” protestantes. En un ya lejano 1946, el R. P. Rios O.S.B, disertando sobre la Santísima Madre de Dios, enseñó: “cercar con límites las posibilidades de su influjo eficiente en el orden de los espíritus, es querer restringir arbitrariamente lo que Dios ha querido hacer más grande que todo pensamiento humano” (La Maternidad Divina, ed. Luz, Madrid, 1946, p. 172).
En el punto 19 lo vemos aparece a Ratzinger (más luego Benedicto XVI), gran amante del ecumenismo, negando la Corredención: “En la Feria IV del 21 de febrero de 1996, el Prefecto de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, ante la pregunta de si era aceptable la petición del movimiento Vox Populi Mariae Mediatrici para una definición del dogma de María como Corredentora o Mediadora de todas las gracias, respondió en su voto particular: «Negativo. El significado preciso de los títulos no es claro y la doctrina en ellos contenida no está madura. Una doctrina definida de fe divina pertenece al depósito de la fe, es decir a la revelación divina vehiculada en la Escritura y en la tradición apostólica. Sin embargo, no se ve de un modo claro cómo la doctrina expresada en los títulos esté presente en la Escritura y en la tradición apostólica». Más adelante, en 2002, expresó públicamente su opinión contraria al uso de este título: «La fórmula ‘Corredentora’ se aleja demasiado del lenguaje de las Escrituras y de la patrística y, por tanto, provoca malentendidos… Todo procede de Él, como dicen sobre todo las epístolas a los Efesios y a los Colosenses. María es lo que es gracias a Él. La palabra ‘Corredentora’ ensombrecería ese origen». El Cardenal Ratzinger no negaba que hubiese buenas intenciones y aspectos valiosos en la propuesta de uso de este título, pero sostenía que era «un vocablo erróneo».” En el punto 21 aparece Francisco con sus negaciones sobre la Corredención, y el punto 22 trae la conclusión a la que arribaron los firmantes de ‘Mater Populi Fidelis’, conclusión neoprotestante-modernista-anticrística-apostática: “Teniendo en cuenta la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer la única mediación salvífica de Cristo y, por tanto, puede generar confusión y un desequilibrio en la armonía de verdades de la fe cristiana, porque «no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4,12).” Hubo quien, para no desentonar con la línea “prolija” que le exigen sus privilegios, intentó aplacar las aguas de la satánica Mater Populi Fideli, aseverando que “la nota no aparece como declaración dogmática de fe o definición de un dogma”. La defensa a la Santísima Virgen María debe hacerse ante cualquier expresión que le fuere ofensiva, mas algunos parecen andar midiendo “grados” de declaración para poder abrir la boca.
El punto 45, netamente ultrajante, demuestra el choque entre la sana doctrina y el veneno, veneno hallado en Mater Populi Fideli, sana doctrina hallada en el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. Veamos el veneno del punto 45: “También es frecuente que ella sea presentada o imaginada como una fuente de donde mana toda gracia. Si se tiene en cuenta que la inhabitación trinitaria (gracia increada) y la participación de la vida divina (gracia creada) son inseparables, no podemos pensar que este misterio pueda estar condicionado por un “paso” a través de las manos de María. Imaginarios de este tipo enaltecen a María de tal modo que la centralidad del mismo Cristo puede desaparecer o, al menos, resultar condicionada. El Cardenal Ratzinger expresó que el título de María mediadora de todas las gracias tampoco se veía claramente fundado en la Revelación”. Veamos lo que nos dice San Luis María: “Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias, y lo llamó María. El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más hermoso, refulgente, raro y precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es María, a quien los santos llaman el tesoro del Señor18, de cuya plenitud se enriquecen los hombres” (Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María, ed. Lumen, Buenos Aires, 1989, p.17).
Pasamos al azufroso punto 54, opuesto, como se verá, a lo enseñado por el santo últimamente nombrado. Punto 54: “En la perfecta inmediatez entre un ser humano y Dios en la comunicación de la gracia, ni siquiera María puede intervenir. Ni la amistad con Jesucristo ni la inhabitación trinitaria pueden concebirse como algo que nos llega a través de María”. En el Tratado del santo leemos: “Dios Espíritu Santo comunicó sus dones a María, su fiel Esposa, y la escogió por dispensadora de cuanto posee. Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias20. Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios, que quiere que todo lo tengamos por María. Porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su profunda humildad. Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres” (ob. cit. p. 18). ¡Oiga, carísimo lector, oiga: “Estos son los sentimientos de la IGLESIA Y DE LOS SANTOS PADRES! ¿Un ejemplo? Va lo del Doctor Melifluo, San Bernardo, en su célebre libro “Las grandezas de María”: “Contemplemos con cuanto afecto de devoción quiso aquel Señor fuese María honrada por nosotros, que depositó en ella la plenitud de todos los bienes, a fin de que entendiéramos que cuanto hay en nosotros de esperanza, de gracia y de salud, nos viene por mediación de aquella que rebosa en delicias” (ed. Apostolado Mariano, España, p. 81).
Está clarísimo que una misión Corredentora no calza con la misión ecuménica modernita que busca con denudo lazos con los protestantes; y como los eclesiásticos modernos en escalas alarmantes han apostado por la segunda de las misiones, han de bregar por ver descalificada y silenciada a la primera.
De los puntos 56 al 80 se dedica el documento papal –principalmente- a insistir en la “inmediatez” de la gracia entre Cristo y el alma, eso, y eso en el marco de un análisis general sobre la Virgen Santísima, para dejarla de lado como canal de la gracia, reduciendo su función a la de ser una suerte de impetrante privilegiada de gracias, atento a que, por ser Madre, está entre Dios y nosotros. Un resumen de lo dicho aparece contenido en el punto 64: “Esta es la cooperación posibilitada por Cristo y suscitada por la acción del Espíritu que, en el caso de María, se distingue de la cooperación de cualquier otro ser humano por el carácter materno que Cristo mismo le atribuyó en la cruz”. Debe quedar bien claro: para el panfleto ultrajante y pro-protestante firmado por el Papa y el Prefecto de la Doctrina de la fe, la Santísima Virgen María no es más que una figura destacadísima, única, Madre de Dios, cuyo función, desde su altura exclusivísima, no sería más que la de obtener cosas de modo único y especialismo, atento a su cercanía con Dios. Mas dicha invención modernista debe rechazarse: María es mediadora de todas las gracias. Afirmo sin rodeos y de rondón, que no hay gracia alguna que descienda del Cielo que no pase por María, canal Ella, verdadero y real, por el cual se distribuye absolutamente lo que el Redentor nos ha conseguido en la Cruz. En un librito hoy bastante desconocido, verdadera joya titulada “El secreto de María” y también escrito por San Luis María Grignion de Montfort, se lee: “Dios ha escogido a la Santísima Virgen María por tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus manos y conforme al poder que ha recibido (según San Bernardino) reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere, y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los donde del Espíritu Santo” (ed. Esinsa, 1993, España, p. 30).
Corto aquí mi análisis. Intenté mostrar la doctrina católica frente al modernismo destructor contenido en la ‘Mater Populi Fidelis’. Muchas más cosas habría para decir, pero creo que por ahora con lo expuesto es suficiente. Sugiero enormemente a los lectores de este brevísimo artículo lean el ‘Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María’, para abrevar de aguas sanas, para acrecentar el amor a la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, Corredentora, Mediadora por quien nos vienen las gracias divinas. Y recuérdese esto otro de San Luis María: “La señal más infalible y segura para distinguir a un hereje, a un hombre de perversa doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el hereje y réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor procuran disminuir con sus palabras y ejemplos, abierta u ocultamente y, a veces, con pretextos aparentemente válidos. ¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos su morada, porque son los Esaús” (ob. cit. p. 21).
Hermoso lo escrito por el R.P. A.D. Sertillanges O.P: “Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, vela por nosotros, sé para nosotros un canal de gracias Madre de la divina gracia, dirige nuestros votos, nuestros pasos, nuestros corazones adonde estáis vos, Madre de los santos del cielo” (editor Francisco Colombo, Buenos Aires, 1943,Mes de María, 1943, p. 155).
En el Rosario, en los Misterios de Gloria, en el quinto se contempla “la coronación de la Santísima Virgen María como Reina y Señora de todo lo creado”. Ahora bien, la gracia es algo creado por Dios. Por tanto, la amadísima Madre, María Santísima, es Reina y Soberana Señora de cuanta gracia sale de Dios hacia las almas, y ni una sola gracia deja de pasar por María.
Por María vino Cristo a este mundo, y no sin Ella lo dejó. Es imposible que si el mismo Autor de las gracias pasó por María Santísima, no pasen las gracias que son creaciones de Él. Si el Creador de la gracia pasó por María, ¿acaso habrá impedimento en que las gracias del Creador pasen por Ella?
