Enrique Campos SuƔrez/ El Economista
¿QuĆ© puede haber mĆ”s neoliberal que emitir una
convocatoria restringida entre empresas privadas para construir una refinerĆa?
Nada. La diferencia es que si la hace el gobierno del
presidente AndrĆ©s Manuel López Obrador, es impoluta, por el bien del paĆs, sin
sospechas, necesaria y honesta.
Si cualquiera de los gobiernos anteriores se hubiera
atrevido a convocar una licitación dirigida, cerrada, para construir un
proyecto reprobado por los expertos, tan cuestionado y tan innecesario,
serĆa... neoliberal.
La forma de gobernar del rƩgimen actual necesita vivir en
el blanco y negro. Requiere de crear enemigos fƔcilmente inidentificables por
esa clientela polĆtica que puede no tener los recursos ni se tomarĆ” el tiempo
de analizar las diferencias.
Neoliberalismo es justamente que en el dĆa de
conmemoración de la expropiación petrolera, en un acto altamente comunista, el
presidente López Obrador refrende su respeto a los contratos con empresas
petroleras particulares, nacionales y extranjeras, para que sean ellas las que
rescaten la industria petrolera mexicana.
Haber hecho lo contrario y emular al Tata CƔrdenas,
echando para atrĆ”s la reforma energĆ©tica, habrĆa sido un acto suicida y el
presidente lo sabe.
Entonces, fiel a la definición de neoliberalismo, López
Obrador entiende que los mercados son los agentes mƔs apropiados para hacer
eficientes los recursos, sin la injerencia del gobierno en las actividades
productivas. Vamos bien.
Pero unas cuantas horas antes del refrendo a la polĆtica
neoliberal de López Obrador, el propio presidente presentó el acta de defunción
de ese monstruo creado y alimentado desde la oposición al que llaman
neoliberalismo.
Sacó al patio de la opinión pública una piñata, asà como
aquellos muñecos de cartón y engrudo que hay de Donald Trump, a la que denominó
neoliberalismo y dio la orden de destrozarla con el palo del desprecio del
pueblo bueno.
Vale la pena en estos tiempos maniqueos dejar a las
fuerzas del mercado seguir con su labor, como en el sector petrolero, mientras
desde el poder presidencial aniquilan la piƱata del neoliberalismo.
Es un ejercicio catƔrtico descrito en los libros de
propaganda que sustentan el movimiento que ahora gobierna. Apalear
imaginariamente al enemigo creado y sostenido por ellos durante dƩcadas es la
manera de marcar un cambio.
Los 11 lineamientos que sustituyen, segĆŗn el presidente,
al neoliberalismo son de libro de texto: frases cortas, incontrovertibles y
cargadas de moralidad. Pero estĆ” muy bien. Es la identidad polĆtica del rĆ©gimen
La economĆa de mercado no parece correr peligro, por
ahora. Hay el compromiso de respetar contratos, por supuesto de respetar la
propiedad privada y de mantener la estabilidad macroeconómica.
Los que corren peligro, con esa piñatización del
neoliberalismo, con los palos que darĆ” el pueblo bueno a la figura maniquea del
judas de cartón de Semana Santa, son las empresas, los empresarios, los
financieros y los mercados.
Hay ya enemigos creados para poder responsabilizar en
caso de que las cosas no salgan como se prometieron. Ya hay pues responsables
de algo que aĆŗn no ocurre.
El final del neoliberalismo dictado por López Obrador
refrenda enemigos necesarios. Los neoliberales son como los fifĆs, son las
figuras antagónicas de la mÔxima autoridad del pueblo bueno.
Y cualquier mal resultado en el camino puede llevar
fÔcilmente a descolgar del mecate de la plaza pública la piñata del
neoliberalismo para colgar en su lugar a los neoliberales.